martes, 7 de noviembre de 2017

La F1 de 2021 antepone el espectáculo al desarrollo tecnológico



Parece que los futuros motores de la categoría reina harán más ruido que los actuales y serán más baratos y simples de hacer funcionar.
¿Espectáculo deportivo o laboratorio para la industria del automóvil? El debate sobre cuál de estos dos aspectos debe primar en la Fórmula 1 ha estado muy presente en la última década, aunque con la introducción en 2014 de las unidades de potencia parecía que el Gran Circo abogaba por la segunda opción. El objetivo al adoptar dicho camino era volver a ser la máxima referencia desde el punto de vista tecnológico, honor que otras competiciones como el Campeonato Mundial de Resistencia (WEC por sus siglas le inglés) le habían arrebatado gracias a la incorporación de la tecnología híbrida en sus propulsores.
Una vez transcurridos cuatro cursos desde dicho cambio, lo cierto es que el reto se ha conseguido. Los propulsores que montan los monoplazas de Lewis Hamilton, Sebastian Vettel y compañía son grandes piezas de ingeniería que superan los 950 caballos de potencia y consumen alrededor de 34 litros a los 100 kilómetros, mientras que en el caso de los añorados motores V10, con la misma potencia esta cifra se disparaba hasta los 85 litros.
Sin embargo, el balance global que se puede hacer sobre la introducción de estos propulsores híbridos no es muy positivo. Por un lado, no han conseguido cautivar a los aficionados, ya que son demasiado silenciosos, y aunque su llegada debía servir de imán para atraer a nuevas compañías, hasta ahora la única incorporación ha sido la de Honda, con resultados bien conocidos por todos. El fracaso de los japoneses ha puesto de manifiesto lo complejas que son estas unidades de potencia, algo que, lógicamente, ha hecho que más de una empresa se lo haya pensado dos veces antes de adentrarse en un desafío mayúsculo que puede costar más de 300 millones de euros al año.
Cambio de rumbo
Visto que ser el laboratorio más exclusivo del sector automovilístico no ha dado buenos resultados, la F1 parece que va a reconducir su estrategia de futuro. Así lo demuestran las ideas que la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) y Liberty Media, dueños del campeonato, presentaron este martes en París a las marcas que participan en el mundial y a algunas que podrían estar interesadas en hacerlo. Estas giran básicamente en torno al motor que se utilizaría desde 2021 en adelante. Aunque aún se podría considerar híbrido, ya que seguiría contando con una parte eléctrica, se quiere que sea más ruidoso, más barato y más sencillo.
¿Qué pasaría si se lograsen estos tres objetivos? Que las barreras de entrada para las firmas interesadas serían mucho menores. Primero, porque la inversión necesaria para afrontar una aventura como participar en la F1 sería más asequible que la actual. Segundo, porque existirían menos posibilidades de que se repitiera un caso como el de Honda, ya que unos propulsores más sencillos requieren de menos tiempo para comprenderlos y hacerlos funcionar. Esto evita que un coche se quede parado una y otra vez en pista, algo que provoca un daño considerable a la reputación de la compañía que fabrica el motor averiado. Por último, presumir de un producto que cuenta con el fuerte rugido que ha caracterizado a los F1 cuando van a toda velocidad por una recta no se debe minusvalorar. Todo deporte vive de sus aficionados, y la principal queja de estos sobre la actual generación de propulsores es que no suenan como los de antaño.
Así pues, en una época en el que el motor híbrido promete jugar un papel esencial en el mercado de los coches de calle, todo apunta que la F1 dará un pequeño paso atrás desde el punto de vista técnico, ya que estos cuatro ejercicios han demostrado que la última tecnología no es fácil de vender al público. Puede que los actuales propulsores sean los más eficientes de la historia, pero no tienen ninguna capacidad para impactar en el seguidor ocasional de la categoría que no está interesado en aspectos como la eficiencia térmica.
De hecho, la aplicación de las ideas propuestas en París implicaría la supresión de algunos elementos técnicos de gran valía, como el MGU-H, que consigue eliminar el turbo lag de estas unidades de potencia, pero a su vez es uno de los causantes del bajo nivel de decibelios que generan.
Cuestión cíclica
Los cambios de reglamentación son un tema recurrente cada poco tiempo en F1. Este mismo año se ha dado uno, aunque ha venido desde el punto de vista aerodinámico. En materia de motores, estos se deben plantear con suma delicadeza, ya que el cambio desde los V8 a los actuales V6 de 1.6 litros se llevó por delante a dos formaciones, Manor y Caterham, que no pudieron hacer frente a los mayores costes que suponía equipar sus bólidos con estas unidades de potencia.

Otro riesgo de modificar las normas es que surja una escudería dominante gracias a que ha sabido interpretar la nueva reglamentación mejor que el resto o ha preparado su aplicación con mayor esmero. Esto último fue lo que ocurrió con los actuales propulsores. Solo Mercedes supo planificar su llegada correctamente. ¿Podría ocurrir esto de nuevo? Sí, pero dado que todas las compañías ya están familiarizadas con la tecnología híbrida de competición, el riesgo es menor

Fórmula 1 Newey: "Siempre me sentiré responsable de la muerte de Ayrton Senna"



Newey fue el diseñador del Williams con el que Senna tuvo el trágico accidente
Imola. 1994. Todos conocemos la curva. Tamburello. Ayrton Senna se dejó la vida en el volante de un Williams. Concretamente, un Williams FW16 diseñado, entre otros, por Adrian Newey, que todavía hoy se pregunta qué pudo salir mal aquel día para que el mundo perdiese a las mejores que han conducido jamás un coche de Fórmula 1."Siempre sentiré un grado de responsabilidad en la muerte de Ayrton, pero no culpa. Al margen de si la columna de dirección causó el accidente o no, no hay duda de que era un mal diseño, una pieza que nunca debería de haber llegado al coche", explica Newey, ahora director técnico de Red Bull, en su biografía "How to build a car".

Las TV de pago negociarán a la baja los derechos de la próxima Champions



Movistar, Orange y Vodafone combatirán la 'locura' de precios


Los principales operadores de televisión de pago no están dispuestos tirar la casa por la ventana para ofrecer a sus clientes los partidos de la próxima edición de la Champions League. Ni mucho menos. De hecho, intentarán negociar a la baja las próximas renovaciones de contratos con el actual propietario de los derechos: Mediapro.
Según ha podido saber elEconomista de fuentes del mercado, "Telefónica, Orange y Vodafone han aprendido la lección de los últimos años y, en adelante, procurarán no incurrir en los mismos errores". El problema de todos ellos guarda relación directa con el precio pagado por los derechos audiovisuales. "Para rentabilizar el fútbol deberíamos cobrar a los abonados más de 50 euros al mes por este concepto, algo que resulta absolutamente inviable", añaden las mismas fuentes.
La preocupación de las telecos por incluir el fútbol en sus respectivas parrillas aumentará el próximo año, cuando les llegue el momento de sentarse con Mediapro para negociar los derechos de las próximas ediciones de Champions League. La productora catalana se adjudicó el pasado verano el paquete más preciado e la UEFA a cambio de 1.100 millones por tres temporadas a partir de 2018 (la 2018/2019, 2019/2020 y 2020/2021).
A partir de ahora, Mediapro intentará rentabilizar su inversión a través del máximo número de plataformas de televisión de pago.
A modo de ejemplo, Movistar pagó 750 millones de euros por disfrutar del mejor partido de cada jornada de Liga (el Partidazo) durante tres temporadas, cifra a la que se añaden otros 2.400 millones de euros pagados a BeinSports por el resto de los partidos de Liga y de la Champions League. Esos 3.150 millones de euros de coste de todo el fútbol supone para Telefónica una inversión anual de 1.050 millones al año o, lo que es lo mismo, unos 87,5 millones al mes.
Sólo para equilibrar los gastos e ingresos por el fútbol, Telefónica necesitaría que todos sus abonados de TV de pago (3,7 millones) se suscribieran al fútbol y pagaran cada mes 23,6 euros, incluidos los meses de julio y agosto en los que no existe competición. Ante esos datos, no es extraño que el consejero delegado de Telefónica, Ángel Vilá, reconociera en la última conferencia con los analistas que su grupo ha notado una "reciente" inflación en los derechos del fútbol en las cuentas del tercer trimestre. Así, Vilá apuntó que su compañía analizará "el resultado de la ecuación entre costes y beneficios del contenido concreto de forma racional para tomar una decisión en consecuencia".
Por su parte, Vodafone España abonó 318 millones en su último ejercicio fiscal por derechos de emisión televisivos del fútbol, el motor y las series. Ese importe representa una inversión mensual de 26,5 millones, por lo que cada uno de sus abonados de TV de pago (1,28 millones) debería pagar 20 euros por estos contenidos sólo para empatar las cuentas.
Las cifras de Vodafone podrían extrapolarse con las de Orange, aunque este último tiene casi la mitad de clientes de TV de pago (600.000) que su competidor. El pasado 26 de octubre, el consejero delegado de Orange España, Laurent Paillassot, ya calificó de "locura" los precios del fútbol, el mismo término que también utilizó el pasado verano cuando le pidieron opinión sobre los 1.100 millones de euros que pagó Mediapro por los derechos televisivos de la Champions League para las tres temporadas a partir de la de 2018-2019. Por estas razones, Paillassot propuso ser "mucho más razonables", ya que no cree que los clientes estén dispuestos a pagar un precio "tan alto" por este contenido