El Tata nunca creyó en los 'jugones'
El argentino
los utilizó más por inercia que por querencia, ya que su sueño era replicar el
doble pivote que practicaba España
Javier Miguel
El vestuario del FC Barcelona supo que algo no encajaba a
finales de febrero. Hasta entonces el Tata había trampeado a su manera con la
excusa de la dosificación y con los resultados avalándole -llegó a encarrilar
casi veinte partidos consecutivos sin perder a principio de temporada-. En las
ruedas de prensa se vanagloriaba como el adalid del juego del Barcelona, el defensor
del tiqui-taca, el abanderado de la posesión, el continuista del legado dejado
por Pep y Tito, pero en las camarillas con su entorno el discurso se volvía
mucho más contenido, sin esa vehemencia recalcitrante. De hecho, un día llegó a
asegurar que su modelo no era jugar como el Barcelona "sino como
España", es decir, más o menos igual, pero sin ser lo mismo.
Pero a finales de febrero se desató la
tormenta y el cordero se transformó en lobo. Martino llegaba al partido de
Anoeta con el equipo totalmente 'enchufado' -había eliminado precisamente a la Real Sociedad en
semifinales de Copa, estaba prácticamente con un pie y medio en los cuartos de
final de la Champions
tras la exhibición en Manchester ante el City y además en Liga había acabado de
golear 6-0 al Rayo-. Las portadas le elogiaban y todos señalaban como crucial
su política de rotaciones que había permitido al equipo llegar fresco y con los
jugadores a pleno rendimiento.
Pero ese fatídico 22
de febrero todo se vino abajo, derrumbándose como un castillo de naipes. El
Tata perdió la credibilidad en el vestuario, el equipo se encontró de golpe con
un técnico que traicionaba el ADN blaugrana para ofrecer su particular versión
del juego, la de España llevada hasta la máxima expresión. Ese día, Martino
renunció a los jugones -dejó a Xavi y Cesc en el banquillo- y apostó por un
doble pivote -Sergio Busquets y Song- para acompañar a Iniesta en el
mediocampo. Fue un calco de la pizarra de Del Bosque, pero apostando aún más
por el músculo que por la técnica. El resultado final fue desastroso, con el
equipo perdiendo 3-1 a
falta de media hora para acabar el partido. Aquel día Martino cavó su tumba, ya
que nunca más se lo creyeron del todo los jugadores.
Sí, aquel técnico que
vino con el aura de seguir marcando la hoja de ruta dejada por Tito Vilanova
-llegó a mantener todo su staff técnico-, que se extrañó por los palos que le
cayeron por peder la posesión en Vallecas pese a ganar 0-4 y que se tuvo que reunir
un día con Xavi Hernández para acabar de conocer qué es el Barcelona, había
mostrado sus cartas y había perdido de forma lamentable la mano. A partir de
ahora ya no sería lo mismo.
Martino intentó dar un vuelco a la situación
recuperando a los jugones para los duelos trascendentales, pero la situación se
le fue escapando de las manos. Con los resultados entrando en una auténtico
montaña rusa, sus decisiones comenzaron a ser erráticas e incoherentes. Ya daba
igual si entrenabas bien o mal porque Tata no valoraba el rendimiento semanal.
Es verdad que algunas
derrotas como en Valladolid o Granada no fueron culpa suya, pero el Tata había
sembrado sin ganarse la autoridad y acabó recogiendo a la postre derrotas y
decepciones.
"Nunca supo dónde
estaba", fue el epitafio ayer de un miembro del staff.