El país ha invertido más de 12.000 millones en la Copa del
Mundo. La mayor parte se ha dirigido a los 12 estadios, donde se han instalado
tecnologías para rebajar el consumo de energía y el impacto ambiental. Treinta
y dos selecciones, 64 partidos, 1,5 millones de turistas y una audiencia
televisiva superior a los mil millones de espectadores. El jueves arranca el
Mundial de Fútbol de Rusia 2018 con un partido entre el país anfitrión y Arabia
Saudí. La Copa del Mundo ha costado a las autoridades rusas 15.000 millones de
dólares (12.760 millones de euros), tras elevar en dos ocasiones la partida
inicial, sumando 1.000 millones de dólares al presupuesto previsto. Una cifra
que casi triplica los 3.500 millones de Brasil 2014, pero que el comité
organizador prevé recuperar, ya que se estima que en el último lustro el PIB
del país ha crecido un 1%(0,6% en Brasil) y ha tenido un impacto en la economía
de 15.000 millones de dólares (2.000 millones por el turismo) desde 2013. A
ellos se sumarán 3.000 millones de dólares hasta 2023.
Con la vista puesta en el escaparate mediático que supone un
evento deportivo de estas características, gran parte del presupuesto se ha
destinado a los doce estadios de las once ciudades donde se celebran los
partidos (Moscú cuenta con dos). Sólo los estadios Kazán Arena y Spartak
Stadium estaban ya operativos, mientras que seis han sido construidos y los de
Luzhnikí (el antiguo Estadio Central Lenin) de Moscú y el Ekaterimburgo Arena
han sido ampliamente remodelados, al ser edificios obsoletos de la década de
los cincuenta. A ellos se unen San Petersburgo, reconstruido preservando
elementos históricos del viejo Kirov Stadium; y Sochi, donde debutará la
Selección Española el viernes frente a Portugal, construido para los Juegos
Olímpicos de Invierno de 2014, pero cuyo campo se ha adaptado a los
requerimientos de la FIFA, organizadora del Mundial.
El grueso de las obras ha tenido como objetivo cumplir la
exigente política de sostenibilidad ambiental y social de la FIFA. Aunque la
certificación verde ya fue un requisito para obtener financiación para Brasil
2014, la FIFA decidió en 2009 que los criterios de sostenibilidad fueran
imprescindibles en todas las licitaciones de la Copa de Mundo a partir de 2018.
Todo ello se plasmó en la Estrategia de Sostenibilidad del organismo Gianni
Infantino, que exige a los contratistas información detallada sobre sus
actividades para potenciar la economía local, la creación de empleo y el
desarrollo de las comunidades (apoyando el trabajo en condiciones de libertad,
seguridad, igualdad y dignidad) de las once regiones donde se disputa la
competición, así como de las medidas para proteger el medio ambiente.
EstrategiaPara cumplir esta estrategia, todas las sedes
tienen que contar con un estándar de construcción sostenible que asegure el
menor impacto ambiental posible desde la planificación (asegurando que los
flujos de transporte contribuyan a consumir menos combustible y favorezcan el
uso de vehículos de energías alternativas) hasta la construcción, utilización y
derribo de las instalaciones. De este modo, los certificados de construcción
verde aseguran que los recintos no son sólo zonas libres de tabaco y permiten
el acceso a personas con movilidad reducida, sino que también han implementado
soluciones para mejorar su eficiencia energética, ahorrando recursos naturales.
Los parámetros abarcan el uso de materiales menos
contaminantes, favoreciendo la proximidad de los proveedores, lo que se traduce
en menos emisiones de CO2 durante el transporte de mercancías; el uso de
tecnologías y sistemas de ingeniería y construcción eficientes, instalando
equipos que ahorren energía y agua; y el empleo de técnicas para la recogida de
desechos y su completa reutilización y reciclaje. Sólo en la Copa
Confederaciones que Rusia celebró el año pasado, utilizada como ensayo para la
recuperación de residuos en este Mundial, se recogieron y reciclaron 87,9
toneladas de vidrio, plástico, aluminio, papel y cartón.
Los estadios cuentan con certificación ecológica
que garantiza un menor consumo energético
Para este Mundial, las autoridades rusas han diseñado el
primer estándar propio de certificación verde (Ruso, the football stadiums)
para los estadios, pero algunos han optado por Breeam, una de las
certificaciones ecológicas más extendidas del mundo.
El Estadio Olímpico Luzhnikí, donde se disputará la final,
con capacidad para 81.500 espectadores, fue uno de los primeros en obtener el
certificado Breeam. Aprovechando su renovación, ha instalado modernos sistemas
de calefacción, ventilación y aire acondicionado, controlados por una central
automatizada que monitoriza constantemente los consumos del edificio. También
lámparas LED que ahorran un 70% del gasto en electricidad, y sistemas de
gestión de agua para reducir en 160.000 litros cada día de partido. Además, se
han plantado 1.050 árboles y arbustos y colocado 15.700 metros cuadrados de
parterres, mejorado los accesos con nuevas paradas de metro y autobús y carriles
bici. Agua de lluviaEl estadio Fisht de Sochi, donde España juega su primer
partido, ha logrado los certificados Breeam y Ruso. El recinto, situado a 170
kilómetros de Krasnodar, donde la selección se aloja durante la fase de grupos,
ha adaptado las dimensiones del campo a las reglas FIFA y ampliado a 48.000 los
asientos, al tiempo que ha mejorado un 50% sus costes energéticos con la
instalación de nuevos equipos de automatización.
La
tecnología ayuda a monitorizar los consumos de los recintos, que gastan hasta
un 70% menos
En el Kazán Arena (45.500 espectadores), uno de los primeros
con WiFi gratuito, España jugará contra Irán su segundo partido. Ha obtenido la
certificación Ruso, tras mejorar los accesos e instalar novedosos sistemas de
recogida de residuos y de ahorro de energía (70% menos) y agua. Entre ellos, un
sistema de recogida del agua de lluvia, que se acumula en tanques , y permitirá
regar, al menos, el 40% del césped. En Kazán llueve, de media, 15 días al mes
entre mayo y octubre.
Poliéster reciclado
El Mundial de Fútbol es el gran escaparate de los
fabricantes de ropa deportiva y, en esta contienda, Adidas arrebata a Nike el
trono de la empresa que equipa a más selecciones nacionales. La marca alemana
viste a doce países, frente a los diez de su rival americano, entre ellos,
España, Argentina, Alemania y Rusia. Nike, por su parte, se queda en los diez
de Brasil 2014, equipando a Inglaterra, Francia, Portugal y Brasil, entre
otras. La germana Puma se limita a dos (Uruguay y Suiza), frente a los nueve de
hace cuatro años. Completan las 32 Selecciones, Umbro (Perú y Serbia), New
Balance (Costa Rica y Panamá), Romai (Senegal), Uhlsport (Túnez) y Errea
(Islandia). Pero los fabricantes también compiten en el terreno de la
sostenibilidad. Si en Brasil 2014 la tela de las camisetas y los pantalones de
los jugadores estaba elaborada con PET reciclado (a partir de botellas de
plástico), en este Mundial la estrella es el poliéster reciclado. El poliéster
es un producto derivado del petróleo con un fuerte procesado e impacto
ambiental. Sin embargo la técnica ha avanzado lo suficiente como para crear
poliéster a partir del reciclaje de botellas de plástico.
El poliéster reciclado usa un 75% menos de petróleo que el
virgen, se consume menos energía y se emite menos CO2 en su producción, pero
con las mismas características: es impermeable, flexible y con larga
resistencia al desgaste y a las altas temperaturas. Tanto Adidas como Nike han
apostado por el poliéster reciclado para las camisetas y los pantalones de las
selecciones a las que visten, pero mientras las del fabricante alemán está
confeccionadas con este material en un 49% y en un 51% por el poliéster
tradicional, en el caso de Nike es del 100%. Adidas, además, como socio de la
FIFA, ha hecho pública la lista de fábricas y países donde se ha confeccionado
la ropa de los equipos, asegurando el respeto a las condiciones
medioambientales y sociales de los trabajadores mediante inspecciones
periódicas.
Un balón sostenible e inteligenteAdidas, socio de la FIFA,
es el encargado de fabricar el balón oficial de la competición desde hace 48
años. En esta ocasión, la marca alemana ha reeditado el Telstar, un modelo que
tomó su nombre del satélite de TV que se lanzó al espacio en los años 60 y que
ya se utilizó en México 1970 y Alemania 1974, bautizado como Telstar 18.
Fabricado con elementos sostenibles (100% poliuretano termoplástico, un
elastómero muy versátil con propiedades especiales) comparte con sus hermanos
mayores el estampado pixelado, pero posee una superficie sellada térmicamente
para mejorar su precisión, ofreciendo a los futbolistas una trayectoria más
predecible y un mejor contacto, y para disminuir la absorción de agua.
La Copa del Mundo se juega en once regiones distintas de
Rusia con cinco climas diferentes (del subtropical al continental). El
envoltorio de la pelota también está fabricado con materiales reciclables. Pero
la gran innovación procede de la incorporación de un chip NFC (una tecnología
que permite el intercambio de datos entre dos dispositivos) en el logo impreso
en el balón. Con este chip, se puede interactuar con el Telstar 18 usando un
smartphone, gracias a una app de Adidas. Al apuntar al balón con el móvil se
puede obtener información exclusiva sobre el producto, acceder a contenidos de
Adidas Fútbol y a competiciones y desafíos especiales. Adidas ha prometido que
las funciones estarán actualizadas. La mayoría de los dispositivos Android, al
igual que los Apple a partir del iPhone 7, incluyen la tecnología para leer
etiquetas NFC. Dentro de la promoción, el esférico que inaugurará la
competición el 14 de junio, con el partido entre Rusia y Arabia Saudí, viajó
hasta la Estación Espacial Internacional en marzo, regresando a tierra el 3 de
junio.