lunes, 19 de mayo de 2014

BARCELONA, aparecen las verdades del gran paracaidista



El Tata nunca creyó en los 'jugones'

El argentino los utilizó más por inercia que por querencia, ya que su sueño era replicar el doble pivote que practicaba España
Javier Miguel

El vestuario del FC Barcelona supo que algo no encajaba a finales de febrero. Hasta entonces el Tata había trampeado a su manera con la excusa de la dosificación y con los resultados avalándole -llegó a encarrilar casi veinte partidos consecutivos sin perder a principio de temporada-. En las ruedas de prensa se vanagloriaba como el adalid del juego del Barcelona, el defensor del tiqui-taca, el abanderado de la posesión, el continuista del legado dejado por Pep y Tito, pero en las camarillas con su entorno el discurso se volvía mucho más contenido, sin esa vehemencia recalcitrante. De hecho, un día llegó a asegurar que su modelo no era jugar como el Barcelona "sino como España", es decir, más o menos igual, pero sin ser lo mismo.
Pero a finales de febrero se desató la tormenta y el cordero se transformó en lobo. Martino llegaba al partido de Anoeta con el equipo totalmente 'enchufado' -había eliminado precisamente a la Real Sociedad en semifinales de Copa, estaba prácticamente con un pie y medio en los cuartos de final de la Champions tras la exhibición en Manchester ante el City y además en Liga había acabado de golear 6-0 al Rayo-. Las portadas le elogiaban y todos señalaban como crucial su política de rotaciones que había permitido al equipo llegar fresco y con los jugadores a pleno rendimiento.
Pero ese fatídico 22 de febrero todo se vino abajo, derrumbándose como un castillo de naipes. El Tata perdió la credibilidad en el vestuario, el equipo se encontró de golpe con un técnico que traicionaba el ADN blaugrana para ofrecer su particular versión del juego, la de España llevada hasta la máxima expresión. Ese día, Martino renunció a los jugones -dejó a Xavi y Cesc en el banquillo- y apostó por un doble pivote -Sergio Busquets y Song- para acompañar a Iniesta en el mediocampo. Fue un calco de la pizarra de Del Bosque, pero apostando aún más por el músculo que por la técnica. El resultado final fue desastroso, con el equipo perdiendo 3-1 a falta de media hora para acabar el partido. Aquel día Martino cavó su tumba, ya que nunca más se lo creyeron del todo los jugadores.
Sí, aquel técnico que vino con el aura de seguir marcando la hoja de ruta dejada por Tito Vilanova -llegó a mantener todo su staff técnico-, que se extrañó por los palos que le cayeron por peder la posesión en Vallecas pese a ganar 0-4 y que se tuvo que reunir un día con Xavi Hernández para acabar de conocer qué es el Barcelona, había mostrado sus cartas y había perdido de forma lamentable la mano. A partir de ahora ya no sería lo mismo.
Martino intentó dar un vuelco a la situación recuperando a los jugones para los duelos trascendentales, pero la situación se le fue escapando de las manos. Con los resultados entrando en una auténtico montaña rusa, sus decisiones comenzaron a ser erráticas e incoherentes. Ya daba igual si entrenabas bien o mal porque Tata no valoraba el rendimiento semanal.
Es verdad que algunas derrotas como en Valladolid o Granada no fueron culpa suya, pero el Tata había sembrado sin ganarse la autoridad y acabó recogiendo a la postre derrotas y decepciones.
"Nunca supo dónde estaba", fue el epitafio ayer de un miembro del staff. 

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